viernes, julio 29, 2005
De-frag-mentando
Desde un cielo deshilachado de grises y naranjas
el sol se relame
saboreando las últimas migajas del atardecer
Titilan las luces de tu voz
como si estuvieran lloviendo lentejuelas
Quiero fundirme en el ocaso
y morir de transparencia
donde las olas festonean espumas
¡Ahí!
Casi detrás del viento.
En esa tibia zona del amor.
miércoles, julio 27, 2005
Impenetrable es la medianoche
que, como en un sueño, en mi corazón clavó un dardo.
Dame la pócima
para curar las llagas.
Cómo curar las heridas,
Cómo callar la voz de este extraño plañido lunar.
Las esporas del olvido conmueven mi retina
y necesito otros ojos o un iris roto para,
lenta e ignorante, tocar la profundidad,
prevenir el choque inevitable de
la exclusiva memoria en mis ojos.
Porque veo y no sé...
Cómo callar la voz de este extraño plañido lunar
Cómo curar las heridas,
Para curar las llagas
dame la pócima.
Estoy dejando mi vida en ello - MarEncadenados
«Toda el alma para ti»,
murmuras, pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das.
Pedro Salinas, (Presagios - 1923)
"Porque las dos sabemos cuánto duelen la esquirlas de un poema, y cuánto,
luchar por lo que amamos", estoy dejando mi vida en ello.
En la espesura de media noche
-con estos ojos que no eran míos-
descubrí un lunar más grande que la luna.
Descubrí que tu sombra
es roca viva,
es un potro
que danza descalzo
entre la espuma
y me recuerda el nombre de la noche
que se levanta a la hora de los vientos
En medio de mis ojos
se agiganta,
se recuesta
se acurruca en los rastrojos de mi alma como si fuera
muerte
calle
sueño
estrella
Es entonces cuando dices:
«Toda el alma para ti», (Salinas)
Y siento que no tienes ausencia
ni casa
ni raza
ni nada
En este instante huele a siempreviva,
a universo iluminado
tú casi yo
yo casi tú
mi garganta, mi ronquera,
lo que ha sido,
lo que era,
casi gruta, casi era,
todo y nada
En esta escala
siempre subes
siempre bajas
siempre sabes
siempre nada
siempre, siempre
todo y nada.
Y es por "este miedo, éste: ¡este miedo a olvidar!, a que me olvides".
que estoy dejando mi vida en ello
cada noche,
cada puerto,
cada pena,
cada nada,
cada rato,
cada plaza.
Y murmurabas:
«Toda el alma para ti»,
pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das. (Pedro Salinas)
¿Dónde estabas?
amor ardiente de madrugada,
máscara de barro,
adivinanza solitaria,
chubasco, lluvia seca, sol mojado,
crudo invierno, dura espera.
Entonces "Mi cuerpo se arma de paciencia" para soportar
este pasto
esta estera
esta angustia
esta arena
este trago
esta pena
esta tarde...
Esta tarde es esta tarde.
Esta tarde es lo que quiero,
-y estoy dejando mi vida en ello-
esta tarde es este bote
rema y rema aquí en mi alma
un capitán cualquiera
aquí, en el sueño
de este barco de hojalata.
Lo que quiero es un pedazo
del alma que no me das,
esa diosa vagabunda,
una mina,
un invento,
una puta que
está durmiendo,
está soñando,
está creando,
está aquí,
donde el río inunda su nombre,
está donde la espera la acompaña
y yo con ella soñando quimeras,
"por eso, armada de paciencia y de impaciencia,
acaricio, con los ojos cerrados, las más bellas".
"¿no lo comprendes, amor?",
estoy dejando mi vida en ello y recurro a mis
"Amados y especiales pirómanos del hielo
que ahuyentan la soledad y el miedo"
esperando que un día, al fin, me digas.
¡Mi alma toda está contigo!
---
©MAR - Marzo 2003
Me va la vida en ello - IndahEncadenados
"Pero, quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello.
Dímelo,
me va la vida en ello."
Luis E. Aute.("Me va la vida en ello")
Me he pasado la noche destruyendo los nombres de mis calles
para no volver a salir,
para poder decir con la verdad: ¡ven, amor, a rescatarme!
He tapiado puertas y ventanas,
he destrozado escaleras de incendios, mecánicas
y las corrientes de sube-baja a "pura mano",
para no volver a salir,
para poder decir: amor, te lo suplico, ¡ven a rescatarme!
¿Es que no los ves? Están ahí, ahí: los objetos bebiéndose la luz,
negándomela: los "despiertos que sueñan otras vidas."
Mi cuerpo se arma de paciencia:
"Cierto
que huí
de los fastos
y los oropeles,
(y las manos de su contraria, lo desarman)
y que jamás
puse en
venta
ninguna quimera." (Aute)
por eso, armada de paciencia y de impaciencia,
acaricio, con los ojos cerrados, las más bellas.
Mira, amor, que si no vienes, habré de regresar a aquel pálido invierno,
a lo último que recuerdo sin ti,
y me desvelará de nuevo una palabra en medio de mis sueños
y febrilmente escribiré un poema:
"Corazones de fuego,
prisiones, abandonos; robadas alegrías con ojos de cristal
anhelantes y despiertos
que sueñan otras vidas distintas en mundos lejanos."
Rezo para que nunca más ocurra, son palabras y versos reservados,
que tienen su sitio reservado en la única pared
que gritando: ven, amor, a rescatarme, he dejado en pie
mientras buscaba otra palabra, otra, que te hiciera feliz.
Me siento en el suelo, en medio de la nada,
y, como una niña, temo a esas criaturas de la noche,
a los relojes, a los espejos que puedan secuestrarme,
arrancarme; privarme de mi último pensamiento para ti; y lloro:
"detrás de una cómplice y gélida ventana
acariciamos teclas muertas, inventamos la magia
con palabras precisas, largos silencios
búsquedas quietas,
tristes,
calladas,
tortuosas"
lloro por ti, por ti; lloro por ti sin ti, y, a la Muerte,
le hago vomitar palabras robadas a otras bocas,
palabra que no quiere decir, que no quiere decirme.
Ella se ríe a carcajadas; sólo, dice, quiere las mías;
aún no lo sabe, jamás imaginó que me resistiría:
con uñas y diente le arranco su máscara burlona,
y congelo su risa de pirómana
y sus versos de luto -oscuros iceberg- que rasga el nombre de los míos.
dímelo, amor:
"Dímelo, me va la vida en ello."
Siento sus dedos sobre mí, y un escalofrío: mi piel vuelta poema, cruje,
y la maldice: Vieja bruja, ¡Dios te maldiga,
y te fecunden los machos estériles de mil guerras
hasta que no te quede aliento, ni memoria!
Qué quieres, di, ¡qué quieres!, ¿mis palabras?
Pues ahí las tienes: y se las escupo, una por una, a la cara.
Palabras cuarteadas, amarillentas,
cubiertas con una espesa capa de silencios,
palabras embozadas, muertas.
Ahí tienes: las que jamás salieron de mi boca,
las que me ahogaban y ahora me contemplan,
me acusan y, desamparándome, confunden mi lengua con la tuya
(no me quedarán años, aunque quisiera,
para aprender de nuevo sus significados.)
"Ante otro "más de lo mismo"
creí en lo distinto
porque vivir
era búsqueda y no una guarida." (Aute)
Ante el conjuro, huye, y yo grito: amor, te lo suplico, ¡ven a rescatarme!
libérame de esta guarida, y "dímelo, me va la vida en ello"
A mis pies, rozando aún ligeramente mis tobillos, se termina la noche:
"So(n)mos almas que esperan juntas y expectantes -sin arrepentimientos-
alados caminantes de huellas borradas, espejos de plata"
no ella y yo, no, tú y yo: porque las dos sabemos
cuánto duelen la esquirlas de un poema, y cuánto, luchar por lo que amamos.
¡Ah!, las palabras, las palabras cuarteadas, amarillentas,
cubiertas con una capa de silencios espesos,
ahogadas, embozadas, las que jamás salieron de mi boca:
¿no lo comprende, amor?, me va la vida en ello.
"Amados y especiales pirómanos del hielo
que ahuyentan la soledad y el miedo":
Este miedo, éste: ¡este miedo a olvidar!, a que me olvides.
[©Indah. Marzo de 2003]
La Bah�a de Mar
La Bah�a de Mar
Os leo asombrada
Y acomplejada, para qué negarlo.
Gracias por ser y estar ahí...
Mar :´**
martes, julio 26, 2005
Al otro lado...
A Indah, porque a pesar de los abismos somos parecidas.
Cuando escribiste tu "Al otro lado" yo no pude evitar
(como tantas veces) esta réplica.
---
Sentada al otro lado del abismo,
otra mujer -parecida a ti- te observa
y te saluda.
Ella quiere -como tú-
que las aves rocen con sus alas
las pupilas que miran sin querer ver,
que las hieran,
que les arañen la piel, el corazón, y la mejilla.
Ella quiere -como tú-
que abran lo ojos y que vean
tanta sinrazón,
tanta desgracia,
tanto miedo encerrado en los armarios del alma.
Y no hay que aceptarlo.
No hay que doblar pensamientos ni poemas.
No hay que silenciar el grito.
Sin embargo, sin poder hacer nada
mientras el universo sigue su curso imperturbable,
cuantas mujeres -como tú o yo-
se observan y saludan
al otro lado del abismo.
----
Mar
miércoles, julio 20, 2005
HABITADA DE PENUMBRAS - VII
VII
Te quise como eras
y edifiqué mi vida
con tus éxitos y temores.
Me cincelé tu mirada
-la única esperanza de mi jungla-
como un ramo de violetas.
Nunca te pregunté quién fuiste.
Ahora, sin embargo, todo es más sencillo:
Tu ausencia me convierte
en la ardiente piel de amor de la noche doliente.
Habitada de penumbras.
---
Mar
HABITADA DE PENUMBRAS - VI
VI
Amé en ti tus recuerdos:
Leyendas de los duendes perdiéndose en el tiempo como mariposas.
¡El sol crece, como un núcleo, en el abatido monedero de mi pecho!
Después de vivir como los fantasmas
te sientas a dar tiempo al tiempo
y esperas la muerte en la ruinosa techumbre de tu vereda
tarareando canciones a punto de apagarse.
¿Qué dirás cuando alguien te pregunte
por la luminaria irremediable de tus manos?
¡Adivinar los signos con los ojos es la peor forma de irse de este mundo!
---
HABITADA DE PENUMBRAS - V
V
Indagaré, como el sol,
por todas las rendijas de la casa.
Discutiré con las plantas
y con la sórdida tristeza de los espejos
que me miran desde las ruinas de los días.
Te hablo ahora
desde la evocación de los desesperados nómadas de la calma.
No es para afianzar tus ojos en mi pecho,
ni para colmar de besos tu rostro anaranjado,
sino para encender tu vida.
Como una ternura ascendiendo.
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HABITADA DE PENUMBRAS - IV
IV
No atiende.
Cuando sus manos se colman de magnolias
las siemprevivas invaden sus ojos de asperezas
y las cigarras anegan su ventana con chismes y centellas.
Recuerda el nombre de su perro y los motes de sus vecinos
como sombras aturdidas en la tarde.
El sibilino polvillo de la muerte
-telaraña espectral de la nada-
espía pesadamente.
A veces sólo respira.
Por eso la quiero como nunca.
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HABITADA DE PENUMBRAS - III
III
Me niego a evaporarme en los ignorados litorales del olvido.
Si no estuviera tan llena de misterios, tan herida,
te musitaría en el rumor de las escarchas
y encendería los candiles del sendero.
Pero ya no platico para nadie.
Como noches imprevistas las azucenas degeneran en esta pesadilla.
Tratan de transcribir
el intangible enigma de sus días,
los recuerdos inexorables de su vida.
Es como el último redivivo de un cataclismo.
Por eso le beso las mejillas.
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HABITADA DE PENUMBRAS - II
II
Amaba los retratos antiguos...
y las calandrias que cantaban en el patio de la Capilla.
Pero no los recuerdos moribundos
de los molinos desmantelados,
ni los ojos exasperados que
-con el fin de poblar las sombras-
lisonjeaban sonrisas.
---
HABITADA DE PENUMBRAS - I
I
La distancia ha borrado las grafías de mis manos
y te pierdes, como el humo de las hogueras,
sin planos que te orienten.
Jamás entregaré mis sueños al canto de los pájaros,
Ni mi vida a un hombre-árbol que me atrape
entre sus encorvadas ramas.
Quiero amanecer cubierta del azul añil
de las noches en las que te leía el corazón.
Esperaré bajo los tragaluces del tejado
como una alondra mutilada.
---
martes, julio 19, 2005
Disciplina Secreta
La casa como barco
en alta mar de junio.
Las calles como trenes
de noche sosegada.
Estas cosas no pasan en el mundo.
Estoy por afirmar
que ahora vivo en un libro de poemas.
Pero si tú me miras,
decidida a existir
desde el fondo templado de tus ojos,
también existe el mundo.
Y muy probablemente
yo acabaré por existir contigo.
---
Luis Garcia Montero
Disciplina Secreta
Muerte en el olvido
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita…
Ángel González
Muerte en el olvido
jueves, julio 14, 2005
miércoles, julio 13, 2005
AMOR ETÍLICO
La evocación es un año pasado que se queda. Esta es la noche en la que todos se ponen en los ojos la venda, por lo que viene y por lo que se queda. Y en esta maraña de ciudad emborrachada, donde va mi emoción sin compañero, me acojo a la memoria como un niño a una nana.
Satán transita por las arterias con diez latas trabadas en el rabo inventando cabriolas mientras en la gran ciudad, trastornada, la alegría de cada cual va sola. Y la tristeza, y el resuello canalla de las matronas ebrias.
Vestidos de demencia mi soledad y tu recuerdo van como dos condenas.
¡Qué amargos son los frutos de la ausencia!
Y me pregunto ahora: ¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué impulso pudo más que tu amor, que me llevaba al suave destino de tu puerta? Pienso en que aún tienes retazos de antracita en tus cabellos, y esos venerados ojos, que bañaron por mí su clara pleamar en tus ojeras. Mientras en los labios se disuelven las mieles y las manos se buscan con la efusión de ser avispas en un mismo panal, los pies, en ese estanque, hacen saltar el agua fresca. La verdad se expresa pintada en pétalos resecos y la promesa de amarnos siempre se va alargando. ¡Cómo me pierdo en los caminos hacia el fervor de tu sendero, siempre recién llovido y con pájaros exóticos!
Y a mi lado la congoja muda, toda una existencia ilógica, tiene el sufrimiento de una doncella muerta... borracha de amor.
---
© Mar
martes, julio 12, 2005
Lunar errático
Frente al viento
-lunar errático-
ya no me importa desnudarme;
deambularé por el nodo verdadero
y recordaré, sin pausa y sin tregua,
las coordenadas de tu posición
perturbadora.
Leeré paisajes
en pleno apogeo de osculación,
es un placer
tocarlos con los dedos...
acariciarlos con la mirada...
Y es que uno crece... y
se hace tarde para descubrir
lunas negras con corazón de seda.
Maullaremos, sí,
a descontrol remoto
sólo solos
tú y yo.
---
©Mar
sábado, julio 09, 2005
La Sombra del Ombú
Leyenda de la provincia de Buenos Aires.
Cuando la gente de una tribu pampeana terminó su primera siembra de maíz, festejó el acontecimiento alegremente con danzas y cantos rituales. Desde ese día los hombres fueron los encargados de cuidar el cultivo. Pero sucedió que al poco tiempo, la tribu se vio en peligro y la toldería vibró con gritos de guerra. Así fue que todos los hombres tuvieron que alejarse, dispuestos a defender sus dominios. Sólo quedaron los ancianos y un puñado de mujeres, encargados de las tareas cotidianas de la toldería, por lo que el cacique encomendó a su esposa Ombi, el cuidado de la pequeña siembra.
Pasaron muchos días, la dedicación de la mujer dio sus frutos y una tarde, conmovida descubrió los primeros tallos. Entusiasmada removía con sus manos la tierra, arrancaba los yuyos, y acarreaba agua para humedecer las plantas, sin descuidarlas en ningún momento. Pero ocurrió que una gran sequía azotó la región. Nadie recordaba otra igual.
Los ancianos de la tribu invocaron a los dioses protectores para que enviaran un poco de lluvia, pero no aparecía ni una pequeña nube en el cielo. Sin piedad, el sol desparramó sus rayos, que terminaron por resquebrajar la tierra y hasta secó la aguada cercana a la toldería. Después un viento caliente terminó por desolar la región.
Ombi desesperada comprobó cómo las plantas que habían conseguido crecer se secaban una tras otra. La india, ya casi no se alejaba del lugar y redoblaba sus cuidados por salvarlas.
Los días pasaban lentamente bajo aquel calor sofocante. En el lugar no existían árboles donde cobijarse, sólo los toldos daban una pequeña protección. Fue entonces que los ancianos de la tribu vieron asustados que Ombi envejecía día a día y temerosos por su vida, le rogaron que se quedara con ellos a la sombra de los toldos. Pero la mujer se negó a obedecer, resuelta a salvar aunque fuera una planta, para poder tener simiente al otro año.
Una mañana, el calor era tan abrazador que toda la tierra parecía una enorme hoguera: entonces que Ombi comprobó dolorida que del pequeño sembradío sólo quedaba una planta. Decidida a no perderla, se arrodilló llorando a su lado y la cubrió con el cuerpo para protegerla del sol, mientras que sus lágrimas humedecían la tierra reseca. Y ahí se quedó para siempre.
Pasaron los días y al ver que no volvía, su gente salió a buscarla. Lo único que hallaron fue una planta de maíz, que aunque débil se mantenía de pie, resguardada por la sombra de una hierba gigantesca que crecía muy cerca de ella.
Todos lloraron la pérdida de la india y en su recuerdo llamaron Ombú a aquella planta.
viernes, julio 08, 2005
Dioses
Orisha Oko, el dios de los plantíos
Está hambriento.
Corre a sus fincas de ñame,
Pero el ñame tierno no puede comerse.
Orisha Oko, impaciente,
Le pegó fuego a las siembras.
Todos los ñames se cocieron a la vez.
Mil quinientos ñames cocinados.
¡Orisha Oko no pudo acabar con uno solo!
Furioso por el hambre
¡Ha arruinado mil quinientos ñames!
Luego bajó sus ojos apenado.
Que el que coma no se regocije.
Que el que esté hambriento
No de paso a la pena.
La satisfacción sucede al hambre.
El hambre a la satisfacción.
Poesía anónima africana (Yoruba)
jueves, julio 07, 2005
Yo bailo así...
Yo bailo así...
En el férvido celaje del sueño que imagino,
cuando bailo para ti,
mis pies entrelazan una sublime cenefa de caricias
y besos, de pensamientos sin vocablos;
una cota de mimosas euritmias
y un serpentino compás que,
en el sosiego de tus ojos quietos,
se hacen arquetipo de tu danza y mis ojos,
inclinados apenas cuando bailo para ti,
despiertan en mi alma.
---
©Mar
miércoles, julio 06, 2005
Salle de Bains - A las once bajo el reloj
En las duchas de la playa había un cartel que decía:
Salle de Bains
¡En cas de noyade
appelez le maitre nagueur!
Mi insuficiente dominio del idioma me conducía a leer y releer ese letrero
cada vez que entraba a aquellas instalaciones y sólo con el paso de los años
llegué a la conclusión de que "le maitre nagueur" era un tío que estaba
buenísimo y que cada año era otro diferente.
Durante años odié mis trenzas y aquellos bañadores de gomitas, odié los
calcetines y los vestidos de nido de abeja. Mi prima y mis amigas eran algo
mayores que yo y mientras yo seguía, aparentemente, siendo una niña ellas
eran ya jovencitas que ligoteaban con los chicos del paseo y, sobre todo,
con "le maitre nagueur"
Me prestaban su ropa para que no pareciera tan infantil y no ahuyentara al
personal masculino pero había un fallo, no me dejaban un sujetador y ¡Santo
Cielo! aquello no dejaba de crecer. Me pasaba el tiempo con los brazos
cruzados o con la rebequita, muy útil en la costa cantábrica al atardecer,
puesta todo el día sobre los hombros y anudada justo delante de mis, a mi
parecer, escandalosas tetas que se movían sin parar bajo la blusa de batista
perforada.
Lo de las trenzas seguía siendo un problema porque aunque las deshiciera no
podía dejarme la melena suelta ya que se notaban las marcas. Era un suplicio
que cada mañana y cada noche me sometieran a la tortura de los cien
cepillados para desenredar y abrillantar aquella mata de pelo que me llegaba
a la cintura.
Conseguí convencer a mis tías para que me lo recogieran en una única trenza
y el efecto fue afortunado. Incluso se dieron cuenta de que llevar aquella
blusa de agujeritos sin nada debajo era una obscenidad y me compraron el
ansiado sujetador.
Aquella mañana el cielo estaba encapotado y no habría playa pero, como
siempre, nos encontramos a las once bajo el reloj.
Era nuestra hora y nuestro punto de encuentro. Después el imparable ir y
venir por el paseo, los chicos en una dirección y las chicas en otra, para
cruzarnos una y otra vez y lanzarnos aquellas miradas furtivas y no tan
inocentes como nuestros progenitores pensaban. El tontódromo, llamaban al
paseo.
Mis amigas se sorprendieron al verme y en sus caras observé un cierto
puntito de miedo: la niña podía convertirse en rival a la hora de las
conquistas.
No hubo playa y, curiosamente, los chicos no iniciaron su paseo, se sentaron
a parlotear en la parte posterior de nuestro banco. Incluso "le maitre
nagueur", que no tenía mucho trabajo ese día, se acercó a nuestro corrillo.
¡Qué guapo era, el condenado!
Era el hermano mayor de una de mis amigas y claro está que me las ingenié
para que, Elena, me invitase a su casa. Sin embargo, me abatía el
desaliento. Enrique era mayor, demasiado mayor para nosotras y yo odiaba que
nos tratase como si fuéramos unas mocosas. Odiaba que me tirase de la
trenza. Adoraba que me ofreciera un refresco. Aborrecía que no nos dejase
entrar en sus dominios, llenos de misterio. Elena decía que estaba loco
porque le gustaba la magia y los inventos. Pero a mi me gustaba. Era una
mezcla de adoración y odio. La atracción por lo prohibido.
Septiembre era un mes de exámenes y liberaciones. Saboreábamos cada minuto
de aquellos atardeceres de olor a mar bajo los tamarindos. Temíamos las
despedidas, el alejarnos unos de otros hasta el siguiente verano. Once meses
por delante con la única ilusión de que todo continuase siendo igual, si no
mejor.
Pasó el año y aquel verano fue distinto a los anteriores. Por fin me habían
cortado el pelo. Ya no era la niña larguirucha y desgarbada a la que la ropa
de sus amigas le caía como a un fraile dos pistolas. Enrique ya no era ese
año "le maitre nagueur" y no pudo explicarme el significado de aquel letrero
de las duchas. Sin embargo, cada mañana lo encontraba a las once bajo el
reloj.
---
©Mar
martes, julio 05, 2005
Yo soy...
Un mar abatido,
inquieto o desenfadado
que se retrae o actúa
con el cambiante temperamento de sus olas.
Una playa de sentimientos
que las aguas anegan entre las tormentas
del desánimo,
de las lágrimas,
de la rabia,
de palabras hirientes.
Un barco a la deriva que navega
con el vaivén del viento
sin faro que ilumine la oscuridad
de su vacía vida.
Una gaviota blanca
sin paz y de alas rotas
que vuela
por el sol gris del mentidero.
Yo soy...
Una roca en mediode un océano de dudas,
anclada en el tiempo,
eterna
y milenaria.
---
© Mar
Digo sí.
Digo sí.
Llegué hasta el fin,
el mismo fin,
y volví con la salsa prendida a las caderas
y sonrisas engarzadas de madreperlas.
No hay tatuajes,
no piel,
no di,
nada di.
Se fundieron en fragmentos
olvidos
y peteneras,
nada di
Dime tú,
dime,
pintan espadas
o copas
a qué sabe la ternura,
a qué los restos de un beso.
Tengo el móvil fragmentado
y en la imagen del espejo
trocitos de soledad.
---
Mar