. La Bahía de Mar: febrero 2006

martes, febrero 28, 2006

CUANDO TÚ TE HAYAS IDO

Cuando tú te hayas ido quedará mi añoranza abandonada y
entre los arrabales beberé un último cáliz de amargura.
Después volveré a ti, santuario donde siempre regreso
como el ebrio a la tasca.
Y no habrá nada que hacer sino mirar de soslayo a los planetas
o transitar por el filo del mohoso horizonte,
o afirmarme en el exiguo espacio que quede
entre tu memoria y mi apariencia.
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© MAR – Febrero2006

sábado, febrero 11, 2006

Variaciones...

Tu silueta quebradiza se desvanece en el tiempo. Recuerdo tu sencilla elegancia entre portales y campanas De tus ojos me queda la cálida mirada tras la niebla de un cigarro, la necesidad de retenerlo todo, -observabas los gestos y callabas- y ese buscar "geranios en ventanas que no habían." De tu voz me queda la serenidad de tu conversación pausada, detrás de tu seguridad intuí abandono porque "naufragio era tu voz, y me llamaba" (**) Después la despedida y el dolor del retroceso: -"imposible dar la espalda a los deshechos"- (**) Hay que intentarlo -te digo y me digo- diluir las brumas de la profundidad, transformar rostros y paisajes, encontrar la magia terrosa. Y una nueva identidad con vistas al océano. --- Mar (*) Mario Marqués "geranios en ventanas que no habían." (**) Variación de dos versos de Indah "naufragio era su voz, y te llamaba" "Volver con la tarde deshecha a tus espaldas"

A veces...

A veces hago pompas de jabón; te encierro en ellas, te miro, irisado, girando para mi. Entonces explotan y caes. Siempre tienes mis manos para recoger tus restos. --- ©Mar

Descansar

Descansar Descansar tirada, horizontalmente dormida entre tus sábanas, al abrigo de tus brazos elevarme y descender, oblicua, abatida y despiadada, sin mover un músculo. Gritarte, delirar, devorarte en la estación más triste, cubierta de musgo y nieblas y morir de pie, erguida, no doblegada. ©Mar

miércoles, febrero 01, 2006

Quiéreme

Quiéreme... porque siento el amanecer como un rumor lejano a la orilla de esta playa, en la arena, en las algas. Lo siento más allá, entre las dunas del poniente negro, donde las luminarias se endiosan con arruinados laureles, lo siento como el resplandor lejano de un altozano de ónice. Porque mi existencia gira en torno a las negruras del noctívago, del torrente que lo arrastra todo, del limo que oculta mis pies. Porque la noche extingue los sonidos, da sosiego a la amapola, indulta los destellos añiles de la floresta, hiela la sangre hasta hacerse aire. Porque un eco, un alboroto indeciso, es mi corazón: aullido en el barranco, guijarro que rueda por el erial, luz en la sima, fulgor del núcleo. Porque la inocencia, ajena al renacer de la violencia, al límite del arco iris, juega con un felino de cálida voz ronca, de blando pelaje, de ira flemática y tensa. Porque la rutina nos lleva a la apatía y quiero amanecer, de nuevo, adormecida en tu sonrisa, en tu almohada, en tu cepillo de dientes, en los posos de tu café y en el periódico que ojeas distraído. Quiéreme... porque yo soy el día y sin ti el viento alza su espesura en mi espíritu. © Mar - Febrero 2006