Ojos cautivos
No me niegues tus ojos cautivos,
templos a los que imploro
que el rubor de tu tez no se extinga
en la travesía de mis caricias.
Suplícame que yazga junto a tu anatomía,
que me descuelgue por tu espalda
como hiedra que repta hasta la palidez de mis ojeras
persiguiendo la cadencia de un adagio.
Más no poseerás a tu princesa
con el talante del escorpión artero.
Ni sin perderte en el laberinto de mis sueños
con un tímido verso entre los labios.
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©MAR – Junio2007